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Para mí este blog es muy mío; es decir, es un medio donde expreso una parte de mí que todavía estoy explorando y que espero no dejar de explorar... Espero que lo disfrutéis leyendo al igual que yo disfruto escribiéndolo.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Ahora, es silencio.

Llovía, más bien chispeaba, pero él abrió el paraguas que iba a juego con nosotros. Entramos en una tienda bastante iluminada. Me cogió de la mano para que me pusiera a su lado, enfrente de un espejo de cuerpo entero. Su rostro… Me helaba el aliento.  Nos sonreía, a los dos. Éramos de otra época, teníamos ropas diferentes pero con los mismos tonos; negro y morado. Parecíamos felices, jóvenes y risueños. Uno complementaba al otro y viceversa. Era mi alma gemela, lo sé. ¿Que qué pasó con él? Bueno, nada es para siempre, excepto esas pequeñas huellas llenas de sentimientos. Su elegancia era digna de admirar, al igual que la protección que brindaban sus ojos. No recuerdo su voz, pero sé que era parecida a la lluvia y a las carcajadas de un niño… el canto de los pájaros y el sonido de los relámpagos. Ahora es silencio, un silencio que puede ser insignificante para algunos, pero para otros todo un mundo.  

El reloj
siguió cortando el tiempo 
con su pequeña sierra.
Como en un bosque 
caen
fragmentos de madera, 
mínimas gotas, trozos 
de ramajes o nidos,
sin que cambie el silencio,
sin que la fresca oscuridad termine,
así
siguió el reloj cortando 
desde tu mano invisible, 
tiempo, tiempo, 
y cayeron
minutos como hojas, 
fibras de tiempo roto, 
pequeñas plumas negras.

     Pablo Neruda, Oda a un reloj en la noche.






                                                                        

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