Todo va a su ritmo,
no fuerces nada. Puedes ayudar a que vaya más rápido, pero te servirá de poco. Mientras
que tu corazón siga en pie, calma, y respira, tienes tiempo, pero tampoco lo
desperdicies. Correr casi nunca es bueno, solo te permite... ¿Qué? Nada.
Rozando las paredes
del recuerdo con los dedos y que se te creen nubes de azúcar en el estómago,
eso, amigo mío, es el empacho de volver atrás.
Comiendo hipócritas
por cada esquina que pasas, simplemente para protegerse de la ira y la inmundicia
del mundo, sin mostrarte como eres realmente, no ganarás nada en esta lucha
entre lo ficticio y la vida en sí, conseguirás ser una sombra de lo que en su
día eras y que ocasionalmente eres.
Corre descalzo,
sintiendo la humedad y la vida bajo tus pies, túmbate en el asfalto, en la
arena recién mojada, en el agua salada… Acaricia y envuélvete en el aire que te
rodea. Pasa las distintas fases amargas que tendrás, levántate con una cara
dibujada en tu rostro y ríete con esa cara que ves frente al espejo que cambia,
pero que siempre será la misma.
Aunque te cueste
mucho llegar a ese principio, recuerda que todo empieza, y que para alcanzar
cualquier cosa se precisa ardor y exaltar la marea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario